En primera persona

¡Por fín! Me moría de ganas de desterrar el relato en tercera persona casi que desde el segundo escrito, ajjajajajajja. Sin embargo, era la única manera de tratar de despegarme de una visión que, inevitablemente, iba a ser muy subjetiva. Y, a pesar de mis esfuerzos, así lo ha seguido siendo, aunque quizá un poco menos (sí, muy poco, lo sé, jajajjaja).


Todo empezó como una locura, lanzándome de cabeza, sin pensar en si podía costearme esta aventura, si me iba a gustar el país... ¡se podría decir que yo decidí más bien poco! las dueñas de las situación fueron las circunstancias (según Borges, por esa regla de tres, he seguido siendo yo quién decidia, por aquella celebérrima definición del yo formulada por el filósofo). Y, realmente, no podía. Así ha quedado demostrado: vuelvo a casa sin un duro en la cuenta, con deudas y con la cabeza aletargada, yaciendo en sus mundos felices, más propios de universos oníricos que de entornos reales. Esperemos que al aterrizar tenga casco. Sin embargo, mucha gente me ha ayudado, todo parece haberse confabulado para que la aventura saliera a pedir de boca, y aquí sigo, escribiendo estas líneas horas antes de coger mi avión de vuelta.

Desde el primer momento mantuve un pulso con este país. Si bien es cierto que venía con la mentalidad abierta, dispuesto a disfrutar de una experiencia única, también hay que decir que uno portaba consigo sus propias reticencias, como si en mi mochila no sólo llevase dos pantalones y tres camisetas, sino también un fardo de prejuicios (que bien podrían explicar los sorprendentes kilos que resultó pesar un equipaje del que me sentía profundamente orgulloso por liviano, simple y funcional). Y poco a poco iba vaciando ese fardo. Sacando prejuicio tras prejuicio. Algunos se reforzaban (¿no es acaso un prejuicio un tipo de tésis?) otros se esfumaban, víctimas de sus inconsistencia pero, lo que es seguro, es que todos se revolvieron, se airearon (y voy a dejar de hablar en semejante tono porque parezco ahora el jubiloso Juan XXIII después de su concilio jajajjajajajaj).

Me fui aturdido a cruzar el Indo y tocar el Ganges. Me fui cuando no tenía absolutamente nada que hacer, nada que me atase, nada que perder, nada de que arrepentirme. Y vuelvo algo perdido, aturdido... pero con nuevas ideas (a cual más descabellada) moviéndose inquietas por mi cabeza, pidiéndome más experiencias y menos preocupaciones.

Evidentemente ese fardo de prejuicios que he vaciado durante estos meses lo he llenado de anécdotas, de tal manera que estas navidades seré como el abuelo de la familia, contándo mil y una batallas, aventuras varias, curiosidades... Las historias me llenaran la boca y saldrán presurosas, atropelladas, ansiosas por llegar a su público.

Lo mejor del viaje: la gente. Aquí los viajeros son como una especie de comunidad. Es fácil reconocernos entre nosotros, obviamente, y la actitud es abierta, predispuesta a confraternizar. Y de entre esa gente, personas especiales. Aunque destesto esas páginas que abren los libros, en las que el autor da las gracias a una infinidad de personas que, al lector, al fin y al cabo, ni le van ni le vienen (no sé por qué, pero yo siempre me entretengo en leerla), aunque me parece algo más tópico que dar las gracias por un premio mediante retahílas de nombres, aún así, me veo obligado a hacerlo, porque así lo quiero.

Amparo y Adriana, ¡qué intenso lo nuestro! (absténganse los malpensantes, no va por ahí la cosa). Las compañeras de viaje perfectas: buen rollo, risas, coincidencia de planes y, sobretodo, de actitudes. Sin duda, conocer esté país junto a ellas ha hecho la experiencia mil veces más agradable. Adriana con sus disparatadas salidas, las que no filtra, las que escupe al exterior en el mismo instante en que las concibe. ¡Y sus abrazos contra mí! ¡El tactofóbico! Y Amparo, le buena remendadora que provocan las locuras adrianiles. La persona reflexiva con ese humor inteligente, a veces incluso ácido, que tanto admiro. Con el don de la templanza (excepto cuando el tema religioso está de por medio... jajajaj). Desde el momento en que nos separamos, en Darjeeling, el viaje ha sido completamente distinto. No significa que lo hayamos pasado mal, sino que algo faltaba, millones de detalles que pueblan cada día, cada situación que, de golpe, desaparecieron (cabe decir también que desde su marcha nunca volvimos a madrugar y el número de actividades realizadas durante el día descendió vertiginosamente, jajajjajajaj).

Itxaso... ¡Nuestra Arraseteña que encontramos a modo flechazo! Fue conocernos y en seguida sentirnos como si de un grupo de toda la vida se tratase. Por otra parte, lo cierto es que es vasca, y por ello el componente cuadrilla debe de llevarlo interiorizado en sus genes, jajajjajajaj. Un año viajando por India y, sin embargo, ni un sólo ápice de prepotencia o soberbia, ni un sólo comentario de marisabidilla impertinente... al contrario, siempre esa actitud humilde, como de eterna aprendiz. ¡Y cuánto aprendimos nosotros de ella!

En Daramsala conocimos a Marc y María. Pocas parejas nos han parecido tan cómicas y, a la vez, tan bien conformadas, como si se complementasen a la perfección entre los dos. Me alegro un montón de que volvieran sanos y salvos a casa, sobretodo por María, no sea que se cumpliera ninguno de sus malos presagios! jajajajjaja. Afortunadamente los tenemos muy cerquita de casa, así que habrá oportunidad de repetir esas cervezas y partidas de cartas que tanto nos ayudaron a combatir el aburrimiento de las noches en aquel poblado.

Los becarios de Delhi, que nos han acogido cada dos por tres, como hijos pródigos incapaces siquiera de avisar con un mínimo de antelación a cada nueva visita. Y, sin embargo, siempre hemos encontrado las puertas abiertas y nos han tratado como si formáramos parte de la casa, nunca como a desconocidos. Era como disponer de un refugio hogareño en un país extraño.

Cristina y Cristian, los daneses de Darjeeling. Alocados como los que más, especialmente ella, natural, directa y con palabras siempre frescas. Hay gente que lleva la alegría encima, como cargándola sobre los hombros para disponer de ella en cualquier momento. Hay que agradecerles que la compartieran con nosotros. También los canadienses, Nicole y Nick, con los que compartimos poco tiempo pero grato (especialmente el viaje en tren, siendo mayoría, por vez primera, en un compartimento... ¡resulto harto más cómodo!).

Ethiene, al que conocieron nuestras levantinas y con las que compartió bastante tiempo. Todo un ejemplo de paciencia y buen humor, de paciencia y hambre voraz, de paciencia... y de paciencia. Porque debe de ser incómodo estar en un grupo en el que constantemente hablen en castellano, y, sin embargo, jamás una mala cara, al contrario, trataba de poner oído y algo aprendió (lo primero que aprendió... todos os lo podéis imaginar... jajajajaj). ¡Nosotros alguna cosa también aprendimos! Ahora ya se decir: J'ai la tête dans le cul (algo como estar empanado o resacoso... como a menudo me ausento en las conversaciones creo que será una frase útil).

Brock. Curioso por el poco tiempo que compartimos y por la intensidad del mismo. Sempiterna sonrisa, ¡siempre! y con ese toque especial propio de aquellos pocos que sonrien también con la mirada. Mucho que aprender y descubrir de él. Habrá tiempo.

Y, a su vez, las gentes indias. Con su particular carácter, a veces agobiante, cansino, otras extremadamente cálido, cercano, amable... A menudo arrolladoramente generosos, capaces de tener siempre un té para tí, aún cuando apenas les llegue para subsistir. Incluso las gentes de la calle, los niños que en ellas duermen, tienen una sonrisa para regalar y un rato de conversación. Lo más especial de India. Sus niños. Porque al mirarlos a los ojos descubres que tras ellos hay un alma (algo así como decía Hebbels). Y ese descubrimiento provoca reacciones. En algunos pena. En Sonia, por ejemplo, no poder apartarse de ellos, ser incapaz de proferir una palabra firme. En mi caso, no mirar. O hacerlo de reojo. Reaccionar como si nada ocurriese, mostrando indiferencia. Insensibilizarse, quizá algo necesario para poder digerir ese entorno.

¿Y ahora? Buf... poco sé. Ahora volver y sumergirse de nuevo en las fiestas navideñas. Como un cambio radical, sin lugar para insercciones graduales. De cabeza.

Lo más importante, el mejor consejo que me llevo, el que me ha dado este país: si quiero hacer algo, adelante. Los nervios, las inseguridades ¿qué pueden reportate? ¿una jaula de seguridad? Cómoda, confortable y fácil, pero una jaula al fin y al cabo. Como escribía ayer en uno de mis poemas, prefiero ser un Ulises, perseguir con tenacidad y decisión mis anhelos, pasando por encima incluso del pavor, de la incertidumbre, de la racionalidad entendida como actitud conservadora (mala concepción de la misma bastante arraigada en nuestra sociedad)... ignorando, al fin y al cabo, el monto de obstáculos poseidinianos.

A la mar se ha dicho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he emocionado un poquito con esta entrada, me toca muy de cerca y comparto muchas sensaciones. Tu tambien has sido para nosotras un companyero de viaje sin igual, y extranyamente anyadido a la lista de amigos en Espanya, aunque nunca nos hayamos visto por alli, pero eso lo hace el feeling mutuo, el buen rollo y la experiencia tan intensa que hemos vivido juntos.
Eres muy especial y te deseo lo mejor en esta nueva aventura que comienzas, gracias por todo, aunque ya se que a un amigo no se le tienen que dar las gracias, pero es lo que siento! Mil besos y abrazos, quien te va a destactofobicar ahora? Adriana

Anónimo dijo...

jajaja, uich, no hace falta que te diga quien continuará el tratamiento contra la tactofobia, jajjajaja... o por lo menos, quién quiero que lo haga, jajajjaja.

Pues yo aqui, con ese pañuelo verdoso a juego con mis ojos que me regalaste, también tengo la fibra sensible... india nos ha hecho unso blandos, jajajjaja.

Nos veremos pronto! fijo! (igual un poco ma´s tarde, pq sonia e spoco puntual y yo paco planificador... pero tenemos que volver a quedar por el mediterráneo!).

Por cierto... me han dicho que hay unas rutas preciooooooooooosas por vietnam y laos... pa ir pensadno que fem el año que viene! jajajjajajaj
Mucho besos!!!!

Dani