La ciudad de la alegria?

Existe un buen punyado de ciudades en el mundo que, con tan solo pronunciarse su nombre, evocan una serie de imagenes en la mente del oyente. En la mayor parte de los casos no deja de ser una retahila de estereotipos y topicos que se ha extendido sin importar o no su autenticidad. Asi, cuando alguien oye hablar de Nueva York piensa en rascacielos, en trafico intenso, taxis amarillos, en una amalgama cultural que recorre sus calles, como savia cosmopolita; o el mas reciente caso de pekines, que tras la celebracion de las olimpiadas inspira una imagen de modernidad en el imaginario colectivo. Pero, en algunas ocasiones, la imagen que tiene una ciudad o pais esta totalmente desligado de la realidad. Ocurre incluso dentro de la peninsula iberica. O, almenos eso creia Dani, cuando llego a Calcuta y se encontro con una ciudad totalmente inesperada. Al barcelones le asaltaron los recuerdos de anyos atras, cuando decidio irse a vivir a Bilbao y, por tanto, Euskadi paso a ser uno de sus temas de conversacion mas manidos, debido a la excitacion de la proxima mudanza. Lo que mas le sorprendio fue la imagen que tenia la gente sobre la vida en aquel lugar. Algunos de sus interlocutores percibian el proximo destino del barcelones como un lugar peligroso. En los medios de comunicacion no tenia mas que echar una ojeada simplemente a los titulares para percatarse de que no hacia mas que expandirse un aura de tension en torno al nortenyo enclave. El colmo de los colmos era cuando escuchaba la opinion de gente de a pie en alguna medio (y, por desgracia para su calma, mas de una vez, a alguna que otra persona con la que se cruzaba durante sus quehaceres diarios): mucha gente creia (y, algo mas lamentable, aun cree) que Euskadi es una suerte de Vietnam iberico, un lugar inhospito para vivir!

Su experiencia bilbaina le ensenyo que cada lugar tiene una imagen, una marca, a veces buscada, perseguida concienzudamente (como ocurre con Barcelona y su asociacion al disenyo), otras veces forjada por elementos ajenos mas que por el propio sitio. Sin embargo, de poco le sirvio tal concimiento cuando advirtio que iba a visitar Calcuta. Las imagenes de pobreza, de lepra, de decadencia y desgracia se apilaban en su mente, impactando en su cortex, y a cada impacto un aumento de la animadversion hacia el proximo destino. Por suerte, su terquedad era bastante mas solida que sus prejuicios, por lo que el trayecto siguio adelante.

Su sorpresa llego al poco de abandonar la estacion de trenes de la capital Bengali. Los turistas cruzaron el que es, segun dicen, el puente mas transitado del mundo, que salva el rio Hoogley gracias a un amasijo metalico puesto al servicio de la ingenieria. El trafico era fluido... fluido! Los turistas se percataron de que la circulacion alli seguia ciertas normas similares a las occidentales: habia carriles de separacion (que los conductores respetaban), en numerosos cruces la circulacion estaba regulada por semaforos (y aquellas gentes, al contrario del resto de sus compatriotas, daban muestras de saber interpretar el codigo de colores)... calcuta empezaba a darles unas muestras de civismo que no habian visto hasta entonces.

Se apearon del taxi en Sudder Street, calle atestada por Guest Houses y, por tanto, llena de turistas y servicios para los mismos. No les costo mucho encontrar un hostal y pronto puediron pasear por las calles de Calcuta. A menudo la Lonely Planet hablaba maravillas de los lugares a visitar y, con frecuencia, las descripciones eran algo exageradas. Sin embargo, sobre Calcuta la ciudad explicaba que poseia un importante legado colonial y, esta vez si, la "biblia" dio en el clavo. Numerosas fachadas parecian mostrar el esplendor que otrora pudiera tener la antigua capital de las Indias orientales, ornamentadas, trabajadas, armoniosas... Pronto empezaron a comprender las razones por las que se consideraba a la ciudad como la capital cultural del pais, pues, comparado con Delhi, no parecia haber ni punto de comparacion entre ambas urbes. No encontraron los fotogramas en que Patrick Swayze se convertia en un ejemplo de solidaridad entre las calles de la ciudad de la alegria, ni tampoco las estampas de madre Teresa ayudando a los locales... Sin lugar a dudas, la pobreza estaba presente, como en cualquier otro lugar de India, pero era menos evidente. En algunos tramos de las aceras se erigia algun que otro campamento improvisado de gentes que vivian en las calles, a veces un grupo de ninyo seguia al turista para pedirle una ayuda economica o una persona tullida imploraba una limosna desde su incomodo asiento, el suelo. Pero no era ni mucho menos tan dramatico como preveian en un buen principio.

Eran conscientes de que, probablemente, solo estuvieran viendo la cara amable de la ciudad. Sin embargo, habian visitado tantos lugares en los que, por su condicion de turista, con toda probabilidad habrian conocido tambien su vertiente mas afable que, al recurrir a la siempre ineludible comparacion, no podian mas que mostrarse encantados con Calcuta.