Arribada a les muntanyes

El zigzagueante trayecto del autobus encontro su fin en la plaza principal de McLeod Ganj, municipio cercano a Dharamsala que se erigia como centro turistico de la zona. Los turistas descendieron del vehiculo cuando apenas eran als 7 de la manyana cuando se vieron rodeados de una maranya de 'comerciales' que deseaba alojarlos en sus respectivos hostales. No costo deshacerse de ellos, puesto que el mal humor de un viajero que ha maldormido durante la noche en un autobus con la misma estabilidad que una atraccion de parque tematico junto con el hecho de despertarse justo cuando consigue conciliar el suenyo, pasando frio y viendose asediado por una maranya de insistentes vendedores, le confiere cierto tono tajante que se deja caer como una pesada e inamovible negativa en toda frase que musite. Asi, aquellos madrugadores 'captadores' no tuvieron mas que huir en desbandada.


Lo primero que hicieron los barceloneses fue desayunar. Tranquilamente se demoraron casi una hora en ello. Al salir del bar, seguia esperandolos uno de aquellos representantes ambulantes de cualquier guest House de la zona. Los turistas no quisieron ceder al envite pero, finalmente, decidieron regatear un poco el precio, a ver que les tenia que ofrecer. Al final alcanzaron un acuerdo magnifico: 100 rupias por una habitacion doble. Si bien estaba situada en una ladera, por lo que ascender hasta la calle principal implicaba entre 5 y 10 minutos, cierto esfuerzo por parte de las piernas y un malrato pulmonar, la estancia era mas o menos agradable (dependiendo de si se trataba de la opinion de Dani o de la de Sonia) y tenia banyo propio, con agua caliente. Aceptaron y, en un breve lapso de tiempo, se desicieron de las mochilas y volvieron a enfilar las escaleras, en direccion hacia la calle principal del poblado. Al cruzar la puerta de su hostal, sintieron la libertad de no caminar cargados, su cuello descubrio que era posible adoptar una postura erguida, cambiando la vision que tenian: y ano miraban fijamente al suelo, para evitar tropezar, sino que ahora alzaban la vista y observaban que estaban rodeados de altas montanyas, de verde intenso y algo sombria a aquellas horas. Al contrario que en su ciudad, el cielo alli no lo surcaban las palomas, sino unas enormes aguilas que, para los turistas, eran mas propias de alguna pelicula o documental que del cielo que estaban acostumbrados a observar.

Ya dispuestos a afrontar el reto de la fatigosa subida de escaleras, se encontraron aun turista que los saludo con una sonrisa y un correcto castellano. Parecia que el sino correspondiese a su pereza por evitar el continuo del peldanyos que ante ellos se alzaba. El turista tambien era de Barcelona que respondia al nombre de Marc. Junto a el viajaba una joven burgalesa, Maria, que no tardo en salir del hostal. Ambos eran medicos, aunque su aspecto parecia tan joven que a Sonia y Dani jamas se les hubiera pasado por la cabeza. La presentacion fue tan afable que decidieron ir a tomar un te los 4. Charlaron, al principio un poco a tientas, con la timidez propia de la gente que acaba de conocerse, luego algo mas confiadamente. Decidieron ir a visitar el recinto en el que habitaba el Dalai Lama, un conjunto de edificaciones sin ningun interes arquitectonico, en el que reinaba la sobriedad propia del cemento pintado. Mas tarde fueron a comer algo a un restaurante, junto con un amigo lugarenyo de Sonia al que la barcelonesa habia conocido durante sus 5 meses de estancia en Tabo. Al terminarse su menu italiano (curiosamente resulta muy sencillo encontrar comida italiana en cualquier restaurante del norte de India con visos a conseguir turistas) salieron del restaurante y se encontraron a Amparo y Adriana, dos chicas de Valencia y Alicante a las que habian conocido en la cena mediterranea que improvisaron en la casa de los becarios de Delhi.

El turista en dia acostumbra a viajar con cierta predisposicion a conocer gete. Su grado se sociabilidad es inversamente proporcional al numero de acompanyantes que con el viajan. Dicho de otra manera, cuanto mas solo viaja uno, mas receptivo se presenta a hacer nuevas amistades. El caso es que en McLeod se formo un improvisado grupo, una colla en la que todos tenian edades similares, ganas de pasarlo bien en el viaje (sin ser ninguno de ellos un iluminado de turno) y gusto por las cartas y la cerveza. Precisamente estos ultimos vicios es lo que compartian por las noches. Acostumbraban a instalarse en cualquier bar y dejar pasar el tiempo jugando al Come Mierda (juego que a Sonia y Dani les parecia, cada dia que pasaba, mas universal, mas integrador... una suerte de esperanto del ocio). Durante el dia, realizaban alguna excursion a lugares cercanos, daban algun paseo o se entretenian entre las numerosas tiendas del pueblo.

Ciertamente, Dharamsala se mostro un lugar acogedor desde el inicio. Los barceloneses sintieron algo similar a lo que se vive el dia en que empieza uno sus estudios en la universidad: gente nueva, desconocida, pero con ganas de sociabilizar. De este modo, Sonia y Dani intuyeron ya el primer dia que aquella estancia iba a ser, cuanto menos, divertida, a juzgar por el caracter que a cada uno se le entreveia.

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