La odisea

Quiza esten desprovistos del carisma de Ulises, quiza su trayecto no merezca una oda ni llegar a oidos de genraciones futuras, quiza el entorno mitologico griego sea inigualable... sin embargo, las 44 horas que tardaron en realizar el trayecto entre kathamandu y Delhi les parecio a los turistas una autentica odisea.

Llegaron puntualmente, tras comer con sus amigos israelies y despedirse de ellos, a la estacion de autobuses. El supuesto nodo de comunicaciones no era tal, pues consistia en un par de agencias de viajes sitas a un lado de una carretera principal de la ciudad con cierto espacio delante donde podian pararse los autobuses turisticos. Cuando por fin encontraron su autobus, les indicaron que no podian viajar en el a causa de los tramites que conllevaba pasar la frontera para un occidental. El autocar para el que tenian pasaje era directo, no realizaba paradas, y ellos debian bajar para sellar la salida en la oficina de inmigracion nepali y volver a bajar ante su homologa india para sellar la entrada. Para solucionar el problema, la agencia les proporciono dos plazas en un autobus que si paraba en la frontera, dandoles tiempo suficientes para realizar los tramites pertinentes.


Arribaron al puesto fronterizo hacia las 3'30 de la manyana. El calor era insoportable, los mosquitos campaban a sus anchas dentro del habitaculo del vehiculo y los dos turistas consideraban imposible atrapar el suenyo. De hecho, llevaban horas quejandose sobre los asientos que les habian asignado: estaban al final de todo, con lo que notaban en exceso los continuos botes del autobus, y no podian reclinarse. Para mas inri, los pasajeros que tenian inmediatamente delante suyo si disponian de respaldos reclinaban, sin embargo, carecian de la suficiente educacion como para plantearse que quiza a los pasajeros que tenian detras, rectos y firmes como al guardia suiza, pudieran molestarles. De este modo, descendiendo su confortable asiento hasta el maximo que el respaldo les permitia, los turistas permanecieron encajonados, botando continuamente, chocando sus rodillas con aquel repaldo imperterrito, inamovible... enjaulados en su viacrucis. Por eso, al llegar a la frontera, decidieron bajar del autobus y esperar sentados a pie de carretera, en una de las mesas de los bares que, a aquellas horas, permanecian cerrados.
La frontera abria hacia las 7 de la manyana (siempre en Indian time, lo cual significa que las horas son una suerte de indicaciones que hacen las veces de referencia y... poco mas. El concepto de puntualidad esta poco desarrollado). Era una situacion un tanto incoherente: el lado indio cerraba durante la noche, sin embargo, el lado nepali estaba abierto 24 horas... De este modo, por mucha predisposicion que hubiera por parte de las autoridades nepalies, todo quedaba en agua de borrajas debido al incomprensible horario indio.
Algo refrescados por una brisa suave, los turistas mataron el tiempo jugando a cartas. Al poco rato se unio a ellos un chiquillo del lugar, que contaria con 7 u 8 anyos. En seguida establecio su propio juego e intento que participasen los tres. Repartia tres montones y luego le ordenaba a cada uno las cartas, tratando de mostrar una jerarquia para que los turistas entendieran la mecanica del juego. Cuando llegaba la hora de tirar, el chico indicaba a cada uno que carta debia arrojar sobre la mesa. A pesar de ser quien controlaba todo el juego, a menudo perdia, se enrabiaba e incluso le propinaba algun golpe que otro a la destartalada mesa. A los turistas les resultaba gracioso que a tan corta edad tuviera los mismos ademanes que un adulto. Muchos ninyos de la India y de Nepal parecian adultos en miniatura, algo que despierta un sentimiento entre el humor y la lastima. Cada vez que un turista trataba con ellos no podia dejar de preguntarse si aquellas criaturas vivian la infancia a su manera o si, indefectiblemente, se la habian arrebatado.
Pasadas las 6 de la manyana los turistas consiguieron ser atendidos en la oficina nepali de inmigracion. Los dos visitantes que tenian delante suyo, en la cola, fueron antendidos con celeridad. Les comprobaban el pasaporte y, al ver que todo era correcto, imponian sobre la hoja pertinente el sello que certificaba la salida del pais. Sencillo. Sonia y Dani mostraron sus pasaportes. La expresion del funcionario se torcio al ver que los visados de los barceloneses llevaban dos dias caducados. Entre aspavientos y en un confuso ingles no dejaba de repetirles (casi gritandoles) que habian cometido un big mistake. Segun les parecio entender, si tan solo se hubiera tratado de exceder en un dia el tiempo de validez del visado la cosa se habria saldado con un par de dolares de multa. A pesar de la gravedad que trataba de infundirle a la situacion, el funcionario, tras su dramatica representacion, acabo por indicarles lo que debian hacer para salir del pais: pagando mas dinero, solucion que compartian la inmensa mayoria de problemas que pudieran surgir alli. De este modo les exigio el pago de 33 dolares a cada uno. En aquel momento no disponian de efectivo suficiente, por lo que Sonia decidio ir a buscar un cajero. Tras mucho preguntar, le indicaron que el mas cercano se encontraba a 3 kilometros de distancia, por lo que prefirio ir en bici-rickshaw. Sin embargo, eligio al mas viejo de entre todos los candidatos. El hombre se mostro orgulloso y presumia de hacer un trayecto de ida y vuelta al cajero ante el resto de sus companyeros. Mientras tanto, Dani iba rellenando los papeles en inmigracion y mirando de reojo al autobus, que esperaba pacientemente. Al cabo de un rato aparecieron dos caras conocidas: eran los amigos israelies con los que habian compartido algunas tardes en Kathmandu. Le indicaron a Dani que habian visto a Sonia yendo hacia el cajero y que no tardaria, realizaron sus tramites y, en pocos minutos, reemprendieron su viaje. Efectivamente, la barcelonesa no tardo en llegar con el ansiado dinero y el funcionario realizo (lentamente, por supuesto) los tramites necesarios. Al fin, los Barceloneses pudieron salir de Nepal.
El alivio duro poco. A los 2 minutos de emprender la marcha, y mientras los turistas cedian a la presion de sus parpados por caer, el autobus volvio a parar. Ya estaban en lado indio y unos policias estaba registrando las bolsas de los pasajeros. A traves de Nepal entraba una cantidad estimable de droga a su pais vecino, motivo por el cual se habian endurecido los controles. Tras hablar amablemente con uno de los funcionarios indios que procedian al registro, y una vez vieron que estos desalojaban el autobus, los turistas volvieron a conciliar el suenyo. De nuevo, duro algo menos de 5 minutos. Pararon por enesima vez. Uno de los chicos que trabajaba en el autobus los desperto y les indico que debian sellar su nueva entrada a India, bajando para ello a la oficina habilitada para tal uso. Obedecieron. Sumisos, cansados, agotados... no habia sitio ya para la indignacion, para los interrogantes sobre la ineficiencia de la burocracia fronteriza. Solo querian descansar. Volvieron a sus asientos y consultaron la hora, para calcular cuando llegarian a Delhi. Eran mas de las 10 de la manyana. El autobus habia tardado 3 horas en cruzar la frontera.
El profundo suenyo durante las siguiente horas de viaje fue reparador. Los asientos seguian siendo igual de incomodos, aunque parecia que, esta vez, los pasajeros sentados delante de los turistas se habian apiadado de ellos y no reclinaban sus asientos hasta el extremo. El autobus tenia una enorme pantalla de plasma por la que pasaron 4 o 5 exitos de Bollywood. Los turistas siguieron la trama sin problema, a pesar de no entender una sola palabra en hindi. El argumento resultaba mas predecible que el guion de una telenovela de sobremesa, y el publico local parecia encantado. Sin embargo, no proyectaron ninguna de las peliculas hasta el final. Durante el trayecto pararon en varios dabas (bares tradicionales indios) e incluso pincharon (algo que parecio no afectar demasiado la preocupacion del conductor ya que, como el autobus disponia de 4 ruedas traseras, decidieron no molestarse en cambiarla). Mas dabas, mas kilometros, mas paisajes, mas arboles pasando a ritmo vertiginoso por el marco que conformaba la ventana, mas baches, mas golpes en las rodillas, mas accesos de panico cada vez que un autobus o camion en sentido contrario se acercaba demasiado, cada vez que el conductor frenaba bruscamente, mas cabezadas... Asi hasta 44 horas. 44 interminables horas que los llevaron hasta la capital, hasta Delhi.

Mas tardo Ulises, con mas monstruos se enfrento, mas pruebas y retos hubo se superar. Pero no era el rey de Itaca? No era tambien un guerrero? Sonia y Dani eran solo dos turistas que querian hacer algo tan sencillo como ir de una ciudad a otra, igual que lo hacian miles de personas cada dia. Kathmandu-Delhi, para ellos, su particular Odisea.

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