Con los pies en Risikesh

Una noche en autobus local fue suficiente para acercar a los barceloneses hasta Risikesh. Se encontraba en un estado distinto al que acogia a Dharamsala, algo mas al sur, por lo que prometia temperaturas mas benevolas para los turistas mediterraneos, que ansiaban poder despojarse de sus jerseis.

Al igual que sucedia en Dharamsala o Pokhara, en la ciudad, propiamente dicha, de Risikesh, a duras penas se encontraban los nodos de transportes y poco mas. El turismo se desviaba a barrios perifericos, similares al Lakeside nepali o al McLeod del Dalai Lama. En esta ciudad, dos barrio concentraban la oferta turistica y el bullicio consecuente: Laxman Jula y Swarg Ashram. Para acceder a ellos, cada barrio disponia de un enorme puente que lo conectaba con la otra orilla del Ganges, por donde discurria la carretera principal de la zona y el mayor montante de trafico. Teoricamente, los puentes eran petaonales, sin embargo, la circulacion de motocicletas sobre ellos era constante, llegando a resultar molesta. A menudo los paseantes no podian evitar girarse, con cara de disgusto, ante la conduccion agresiva de los motoristas, que avanzaban sin ningun miramiento, sin inmutarse lo mas minimo a pesar de molestar con el continuo sonido del claxon, de empujar a la gente a los lados o de estar siempre a punto de pasar por encima de alguien con sus ruedas. Sin embargo, los usuarios mas molestos por el tumulto que recorria durante todo el dia cada puente eran los monos. Las colonias de primates se paseaban a sus anchas por los laterales de las colosas construcciones. Cuando estaban de suerte, algun turista inconsciente sacaba algo de comida y se dedicaba a alimentarlos, lo cual solia terminar con una estampa en la que se veia una mano con cuatro migajas de comida y una manada de monos alrededor, tratando de darle alcance.


Los barceloneses se inclinaron por Laxman Jula, influenciados, evidentemente por la unica asesora sobre el lugar a la que habian tenido acceso: la Lonely Planet. Sin embargo, no encontraron el hostal que proponia la archiconocida guia, asi que decidieron tratar con los captadores de clientes para Guest House que, como en cualquier otra ciudad India, les habian echado el ojo a los recien llegados. No le sofrecieron lo que hallaban buscando, asi que decidieron pasear un rato, hasta dar con algun hostal a buen precio que les agradase. Sin embargo, cuando iban a iniciar su ruta por las calles del turistico barrio, un chico ingles se asomo a la terraza de un hotel (justo cuando los barceloneses pasaban por delante) y les pregunto a los turistas si buscaban cobijo. Ante la respuesta afirmativa de los mismos, les informo de las cualidades del hotel y del precio que pedian: 250 rupias por habitacion doble. Decidieron entrar y consiguieron una habitacion mejor que la del ingles, con vistas al Ganges, por 200 rupias. Un chollo. El resto del dia lo pasaron congraciandose por haber conseguido semejante lujo de hospedaje.


Al dia siguiente llegaron a Laxman Jula Amparo y Adriana, con las que ya habian acordado antes de su partida de Dharamsala, que volverian a coincidir en Risikesh. Se alojaron en el mismo hotel, aunque, a los pocos dias, se fueron a buscar otro aun mas barato. Y lo encontraron. Estaba aun mas cerca del Ganges, pintadas sus habitaciones de alegres colores y regentado (o almenos eso creyeron los turistas) por un hombre que estaba mas enfrascado en jugar a todas horas con su joven hijo (el sexo del bebe era tema de discusion entre los turistas) pocos meses que en la marcha del complejo.


El barrio era animado, repleto de occidentales que demoraban su visita alli durante varios dias. Levantinas y catalanes decubrieron pronto las bondades del lugar, comprendieron por que la estancias alli solian ser bastante largas y se dejaron encandilar por la comodidad que ofrecian los numerosos bares de variado menu, el clima agradable y la apacible vista del Ganges, omnipresente. Abundaban entre los occidentales los iluminados, esa clase de turista que se pasa el dia en yoga, sesiones ajurvedicas, reiki, ashrams y demas, como si el motivo de su visita fuese hacer un intensivo de todo cuanto pudieran encontrar ofertado. A un buen numero de ellos se los podia distinguir por su indumentaria y su expresion, entre ausente y bobalicona. Con uno de ellos se toparon al poco de llegar y charlaron un rato. Sin embargo, les resultaba algo cansino ver como, una y otra vez, cualquier conversacion la acababa remitiendo al tema de la energia y demas.


Cuando visitaron el otro barrio, tal y como se referia a el Adriana, descubrieron la Meca de la Iluminacion. Alli cada pocos metros se encontraba un Ashram distinto, habia clases y cursos de Yoga o Ayurveda por doquier, los iluminados campaban a sus anchos... Los turistas llegaron a un centro cultural de la zona, interesados por un festival sobre yoga que se celebraba durante aquellos dias. La suerte se alio con ellos y, los que quisieron, puedieron disfrutar de un nutrido programa de actividades, totalmente gratuitas, que les servirian para conocer un poco mas acerca de aquellas practicas de que tanto oian hablar. Este barrio tambien tenia la peculiaridad de que albergaba a multitud de turistas indios, en lugar de occidentales. En cierta ocasion, estaban los turistas conversando cerca del puente, recostados sobre un muro, cuando la gente al pasar los miraba con curiosidad. Eran el centro de atencion de numerosos turistas indios que, a juzgar por la atonidad de sus miradas, procedian de zonas del pais poco habituadas a la presencia de extranjeros. Algunas familias, incluso, les pedian que posaran con ellos, para hacerse una foto. Evidentemente no podian negarse, aquello les pillaba por sorpresa y apenas podian esbozar una sonrisa al posar. Otros indios, por su parte, optaban por sacar discretamente su camara y tratar de llevarse un robado de los jovenes europeos. Les resultaba curios y novedosa aquella sensacion de sentirse observados, de recibir saludos a cada paso y sonrisas, incluso de los mas pequenyos, de ser el polo de atraccion a su alrededor.




Pero, como no podia ser de otra manera, los ratos mas agradables, aquellos que se empenyaban por eternizar, los pasaban en algun bar, tomando algo. Esta vez parecia imposible encontrar cerveza, en todo el municipio no habi una sola barra que las sirviera (de hecho no habia una sola barra... los bares tenian un estilo completamente distinto). Tampoco lograron sentarse en ninguna mesa en que el menu ofreciera algo de carne, por lo que, durante toda la estancia, no les quedo mas remedio que convertirse en vegetarianos, forzosamente. Sin embargo, no parecio importarles demasiado. La cerveza se substituyo por el te, que a su vez era bastante mas economico, y la gran variedad de platos hizo que no echasen demasiado de menos la carne.

Risikesh prometia. Parecia tranquilo y acogedor, y los turistas decidieron dejarse mimar por las orillas del Ganges.


2 comentarios:

Amparo y Adriana dijo...

Ey guapo! ha sido un placer compartir contigo deliciosos dias de te, risas y cartas por Risikesh. Nos vemos en Varanasi!

Dani dijo...

Jejjejeje, no olvideis traer la baraja pues! jaja. En Delhi hace fresquito por la noche! Sonia y yo casi nos resfriamos... y no os imaginais que cruz regatear con los rickshaws a las 4 de la nit, horrible! juas.

Ens veiem a Varanasi doncs!!