Segundas partes...

Quiza nunca fuesen buenas, pero ese segundo 'round' entre los turistas y Delhi fue, sin lugar a dudas, mejor que el primero. En su primera visita no habian visito mas que el mercado tibetano, por lo que, en esta ocasion, decidieron dejarse caer por zonas algo mas turisticas y concurridas. Sin embargo, todo se quedo en buenas intenciones y agua de borrajas, puesto que, finalmente, solo acudieron a uno de los principales mercados de la ciudad y poco mas. Alli, a pesar de que la presencia de gente era intensa, algo comun al resto del pais, no sintieron el agobio que recordaban. Los largos viajes, la estancia en Nepal, las paradas en los dabas, los dias en alerta para no acabar bajo las ruedas de un coche, o bajo los pies del tumulto...todo parecia responder a una suerte de entrenamiento que, sin lugar a dudas, les fue imprescindible para disfrutar de unos dias apacibles en la capital India.


Incluso el trafico dejo de parecerles una pesadilla. Seguian las inteminables sonatas de claxons, las maniobras mas propias de un especial de 'Noche de Impacto' que de las rondas de una ciudad, el humo axfinsiante... Pero les abandono la ansiedad, el estado de alerta ante el posible accidente que podia haberse producido de no ser por dos miseros pero proverbiales milimetros que les habian separado de un impacto, el pavor por los siguientes dos metros, lugar donde su mente calculaba (a tenor de las trayectorias que observaban) que su rickshaw iba a disputarse un sector de autopista con un autocar que lo quintuplicaba en dimensiones... Aquel pavor desaparecio. Inlcuso una de las frescas noches que ofrece Delhi en octubre, Sonia y Dani fueron en moto con algunos de los becarios que habian conocido. A pesar de que a aquellas horas el trafico era bastante escaso (entendiendose por escaso lo que este concepto significa en un pais de mas de 1000 millones de habitantes, y en una capital que superaba los 15) a los barceloneses les parecio una aventura. Los baches en el camino, los rickshawa que adelantaban... ir sin casco!

Asi pasaros cuatro o cinco dias. Reconciliandose con Delhi. Tras haber hecho los recados pertinentes en la capital (principalmente concretar una fecha de vuelta a Barcelona con sus respectivas companyias aereas), decidieron abandonar Delhi para dirigirse a Daramsala. Optaron por ir en autobus local, aunque, en esta ocasion, la Lonely Planet no ofrecia demasiadas referencias. Habian terminado sus papeleos en Conaugh Place cuando se acercaron a un rickshaw para que los llevara hasta la Estacion de autobuses locales. El conductor les dijo, directamente, que no. Se quedaron algo sorprendidos, pero decidieron probar con el siguiente. Este les pidio 150 rupias, una autentica barbaridad. Dani asi se lo hizo saber al conductor y se puso a regatear con otro, de un rickshaw cercano que le ofrecia el mismo precio. El barcelones no dejaba de renegar y afirmar que no iba a pagar tal cantidad, ya que habia hecho trayectos en Delhi de 25 km por menos de 100 rupias y, en esta ocasion, no pensaba pagar 150 por hacer un trayecto de escasos 5km. Se unio un tercer rickshaw a la discusion. El catalan seguia, cada mas enfurismado, con su razonamiento, aunque, probablemente, los conductores no entendieron ni la mitad de lo que les decia, puesto que hablaba a una velocidad considerable. Entretanto, Sonia, que se habia mantenido expectante a cuanto sucedia, observo que otro rickshaw se mantenia algo mas alejado. La turista se acerco a el para preguntarle si les podia acercar a la estacion de autobuses, a lo que el hombre respondio que era mucho mejor si tomaban el metro. Asi se lo comunico ella a su companyero de viaje, inmerso este en su particular lucha con los conductores. La palabra metro lo abstrajo del regateo. Ir en metro era algo que habian hablado mas de una vez. Asi que el barcelones se despidio de los conductores, dejandoles bien claro que se iba en metro.
El suburbano de la ciudad les sorprendio gratamente. Antes de comprar los billetes de viaje, se pararon en un puestecito en el que tomaron unos cafes helados similares a los que se servian en Europa, acompanyados de unos brownies aderezados con chocolate caliente. Despues del placentero desayuno (a pesar de que eran casi las 2 del mediodia), se dirigieron a las taquillas. Por el modico precio de 9 rupias (menos de 15 centimos de euro) les dieron una ficha circular a cada uno, similares a las que se utilizaban en las ferias para utilizar los autos de choque. Contenian un chip en su interior que, al acercalos al lector de la canceladora, permitia el acceso a la red de metro (similar a las tarjetas del metro londinense, que tambien contienen un chip en su interior, o a las del Bicing barcelones). Asombrosamente, aquel medio de transporte no estaba masificado. Su apariencia, completamente limpio, totalmente nuevo, impresiono a los barceloneses. Aquel metro podia ser, perfectamente, el de cualquier ciudad europea. Sin muchas dificultades, ya que el metro constaba solo de 3 lineas, llegaron a su destino. Al abandonar la para de metro anduvieron un trecho hasta dar con la estacion de autobuses... y habia muchos, un sinfin de autocares. Sin embargo, estaciones ninguna. Ni taquillas. Ni ninguna clase de panel que indicase de donde salia cada bus y hacia donde se dirigian. De hecho, no habia tampoco andenes, o darsenas. Ni tan siquiera iban rotulados los vehiculos de una flota inmensa, de verde y amarillo, que poblaba aquel enorme descampado. Trataron de preguntar en las tiendas y puestos que por alli habia, pero no obtuvieron nada en claro. Al final, todos les acababan ofreciendo la habitual respuesta india ante algo que no entienden o no saben: se quedan inmoviles, mirandote, como si no hubieran oido nada, como si oyeran llover. Asi pues, decidieron ir a comer al campamento tibetano y, una vez alli, pasarse por una de las numerosas agencias de viaje y tratar de encontrar un pasaje en autobus turistico. Dicho y hecho, poco mas de una hora despues ya tenian sus billetes para partir hacia Daramsala.

Volvieron a la casa de los becarios, donde todavia les quedaba algo mas de un dia para disfrutar de tantas comodidades. Durante aquel escaso tiempo se dedicaron a relajarse tumbados en el sofa, leyendo prensa en Internet, ordenando las fotos que hasta entonces habian tomado... Asi hasta que llego el dia de marcharse. Tomaron un rickshaw hasta Maj nuka til y, desde alli, su autobus a Daramsala.

Nuevamente se encontraban en un autobus local. De nuevo unas cuantas horas por delante, toda la noche. Les acompanyaban, una vez mas, las dificultades para conciliar el suenyo, los dolores de espalda... pero, finalmente, lograron que su mente se tomara un descanso.

Ya habia amanecido cuando se despertaron. Estaban a pocos kilometros de Dharamsala, su proximo destino, la ciudad en que vivia el Dalai Lama. Un pedazo del Tibet en territorio Indio.

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