Asfalto artesanal

Pasaban de las 11 de la noche cuando Sonia y Dani regresaban a su hostal desde el concurrido barrio de Thamel. El trayecto acostumbraba a hacerse con cierta celeridad. La oscuridad no invitaba a pasear tranquilamente por las calles desiertas de una ciudad extranya, desconcida. Apenas se percibia sonido alguno. Las aceras estaban pobladas por montones de basura y, de tanto en cuando, se cruzaban con alguno de esos ninyos, cargados con sacos enormes, buscandose la vida entre aquello que el resto de conciudadanos habia desechado. Pero lo que mas pavor causaba a los turistas eran los perros. habia decenas, cientos de ellos. Las peleas caninas eran constantes durante toda la noche. Al pasar por su lado los barceloneses no podian evitar temblar, mientras los pensamientos sobre una posible reaccion repentina del perro recorrian sus mentes. Afortunadamente todo quedo en agoreras paranoias que no llegaron a ocurrir. Otros habitante del Kathmandu nocturno eran las vacas. Verlas les resultaba gracioso, con su caminar pausado, algun mugido que otro... aunque la gracia de la escena se desvanecia cuando se las podia ver pastando en los montones de mugre y desperdicios, comiendo carton, desechos y plasticos. Pensar en los cafes con leche mientras se observa la dieta de las vacas locales borraba toda sonrisa para dejar paso a una expresion desagradable.



Una de sus noches por Kathmandu, tambien mientras realizaban el trayecto de vuelta a casa, encontraron que la calle que conducia a Durbar Place estab muy animada. El ajetreo se debia a las obras para asfaltar dicha via. El proceso distaba mucho del estilo occidental para desempanyar tal labor. La unica maquina de la que disponian era un apisonadora. El resto del trabajo era puramente artesanal. En primer lugar, unas mujeres, con sus escobas hechas de rama en la mano, limpiaban la zona que se iba a asfaltar, hasta dejar la tierra pulida, sin polvo, sin restos de comida, sin papeles, sin plasticos... simplemente tierra. Avanzaban de espaldas, como si fueran un cangrejo, agachadas del mismo modo, y barriendo, como si movieran sus pinzas... y asi metros, y mas metros. Barriendo. Despues era el turno de los hombres que, a paladas, llenaban de graba la via. Sobre las piedrecillas, otros trabajadores arrojaban cubos de brea. Pareciera que no podrian acabar nunca: tanta via por asfaltar y tan pequenyos los capazos en los que portar el alquitran.

Al dia siguiente, cuando amanecieron, Sonia y Dani volvieron al barrio de Thamel. Lo hicieron por una via completamente asfaltada, la mismo que, unas horas antes, era tan solo un camino polvoriento.



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